jueves, 1 de diciembre de 2016

Fumadora pasiva

Cuídame como si mi fragilidad fuera la tuya,
como si verme llorar fuese tu debilidad.

Hazme tuya con esmero y sin reparos, 
ajustando todas las cuentas pendientes 
que se ahogan en el espacio que nos separa.

Cúrame de día del dolor 
y ayúdame a dormir por la noche 
sin temer a todos esos demonios que no provienen de ti.

Abrázame como si no notaras mis huesos en tus brazos al rodearme,
y que me sienta protegida por ese momento.

Rueda conmigo por la alfombra 
y hazme volar convirtiéndote de nuevo 
en un desastre natural que no destroza todo a su paso, 
sino que sólo lo revoluciona.

Recuerda esta parada, 
como aquel pasajero de tren que siempre vuelve al mismo lugar
donde los recuerdos se renuevan y la piel se funde.

Lléname los pulmones del humo que exhalas
para recordar la aceleración en mi pecho 
cuando las habitaciones quedan cerradas.

Ayúdame a perdonarte cuando no estés
y recurra a las palabras para trazar 
y marcar el tiempo en el que me visitas.

Pero no dejes de quererme a nuestra manera,
porque no hay infinitud más profunda
que la de dos que vuelven a refugiarse juntos
después de la sequía del desierto.

lunes, 17 de octubre de 2016

Ellas

En el comienzo, todos unimos puntos grises
hasta que formamos nombres asociados a una forma.
Ellas aparecieron tímidas,
imitando un sonido paterno que en nuestra voz parecía mudo.

Se reúnen en una palabrera que aumenta con el tiempo
empezando en el recreo del colegio,
donde los adjetivos dejan de tener frío
para ser casados con un nombre.

Con el tiempo conocemos más,
acabamos llevándolas a casa
y nos tomamos un café con ellas
hasta que aparecen con normalidad todos los días.

En ocasiones, no sabemos encontrar la adecuada,
la escuchamos en otra voz
y nos enfadamos con nosotros mismos
cuando aparece la que le da el nombre al silencio.

Ellas fueron escritas a lápiz
hasta que la tinta manchó el papel;
y a veces unas se pronuncian más fuerte que otras
cuando no nos dejan hablar.

Ellas, las palabras, son las que siempre nos acompañan
y nos pintan sin tener que dibujarnos al lado;
nos calman y nos inquietan a partes iguales.
Son el germen de los mares de dudas y el eco del que piensa.

Son las que dan vida al escritor,
dejan sus huellas y ocupan sus días
esperando a que en el aire aparezca la musa
que abre el camino y las ordena.

Rebusca en su almacén las más olvidadas
y las contempla como si se tratase de un recuerdo,
como la sombra de aquel niño
que aprendía con torpeza a no dejar de poner los acentos.

A todas considera únicas
y juega con ellas
pintando una rayuela en el suelo del poema.

Las cura de los errores y las cuida
dándoles el lugar que se merecen en su hogar,
uniendo a sujeto y predicado cuando a éste se le abandona,
como a veces hacemos con nosotros cuando gana el egoísmo.

Con ellas, perfila sus rarezas, conversa con la Luna y crea ciudades,
y cuando está solo en casa y escucha un ruido,
busca en los armarios y abre los cajones
esperando a que se dejen ver en desorden.

Sabe que traen sueños rotos, banderas sin viento que las mueva,
un río para un barco de papel que se deshace con la lluvia,
y la libertad de quien está solo.

Pero nunca traen olvido;

sólo memorias que aún están por contar.


miércoles, 28 de septiembre de 2016

En esos desiertos

Tantos días incontables de tu cuerpo
y esos desiertos
donde imaginábamos la piel debajo de la ropa
que, ahora que te tengo,
puede más en mí el miedo a no ser tu cuna y cena
ni la tierra donde crezcan tus raíces.

Por eso ayúdame, amigo,
sé mi compañero de fatigas y bienestar;
sé todo lo que quieras pero enséñame a serlo yo contigo.
Que camine por sílabas hasta escribir en un verso
todos los verbos que conjugas en silencio cuando sólo nos queda la piel,
y suspiramos al aire.

jueves, 23 de junio de 2016

Cabo azul

Fue una muerte mutua
adornada de un azul impar.
El mapa que hay sobre la mesa
señala el camino hasta ese puerto
donde reina el silencio y el mar está en calma
porque no lo visita nadie,
absolutamente nadie.

Era un silencio usado como recurso o excusa
para ensuciar el ruido en exceso
o buscar una salvación al coro de fantasmas
que tarareaban imágenes en la consciencia.
Te hablaban de fechas, señales y datos
que descifraban un lugar puro y desértico
en el que los chirridos de las cadenas,
oxidadas por una marea ya marchita,
bailaban al compás de un aire cálido
que rememoraba el pasado.

Esa deriva me invitaba al insomnio
para dejar de sentir que mueres a cada instante
cuando cierras los ojos e intentas soñar.

Como el rugido del mar,
doliente a lo lejos;
y esa imagen de las olas rompiéndose en las rocas,
cansadas de tanto luchar.
Y un aire con tono de brisa
que apacigua la noche y la hace serena,
que trae crujidos de ramas y canciones
a un compás de remolino
con acordes de caracola.


sábado, 19 de marzo de 2016

La culpa al tiempo

La noche que fui a visitarte,
se rompió un silencio que duró el otoño con más vértigo
que mis ojos y mis años han recorrido hasta ahora.
Fue en el justo instante de despertarme
cuando me di cuenta de que no me habías abandonado,
estuviste ahí todo ese tiempo;
fue justo en ese instante cuando reconocí
que tus demonios van a la misma velocidad que mi luz,
y que te haces infinito.

Como en un dibujo hecho a lápiz pareces fugaz,
como se desvanece el humo después de cada calada siento que te esfumas,
como los lunes y el primero de cada mes, que vuelvas es siempre algo seguro.
Pero regresaría a ese momento y daría por ello la piel que marcas
y yo llevo por emblema debajo de mi ropa de invierno,
porque antes de escribir cualquiera de estos versos
te he mirado a oscuras con los ojos de un gato
y he ronroneado sabiendo que después iba a buscarte en este poema.

Lo he sabido porque hay misterios que duelen,
como que busque en las letras mi patria
y la acabe encontrando cuando aparece el espejismo de verte sonriendo.

Lo he sabido porque la puerta siempre se ha quedado mal cerrada
y yo empecé con el miedo de un principiante pero ahora sé qué hay que soportar
para retenerte y no te agotes conmigo.

Lo he sabido, en definitiva, porque todavía sé
que tu nombre y el mío empiezan por la decimoséptima letra del abecedario,
que cuando tus manos tiran de mi ropa
yo olvido dónde están cada uno de los puntos cardinales
y que seguimos siéndole dóciles al tiempo, que es quien nos da el espacio para ser tú y yo,

como hemos sido en este poema.





Saltar sin miedo desde lo alto y gritar que no fuiste de verdad 
o sólo lo imaginé y quizás si pueda dormirme al menos.

jueves, 25 de febrero de 2016

25 de febrero

He querido volver donde todo iba a empezar,
al primer día,
a esa noche de un miércoles de febrero
cuando un bar vacío
y mis ganas de conocerte se encontraron.
He venido al punto desde donde se supone que iba a pasar,
del final de la barra,
de tu amigo el camarero,
de las cervezas frías y el calor de tus manos.
A partir de esa noche
muchas veces he creído arrepentirme
y he intentado hacerme creer que no eras de verdad,
que el tiempo tenía la culpa
por no haberse presentado entre nosotros.
Pero sí eras de verdad.
Eras tan real,
que dormimos juntos
a pesar de parecer que lo imaginé,
pero tu brazo era mi almohada y nos cubríamos del mismo edredón.
La culpa la tiene el tiempo
por dejar que los minutos corrieran más lento
cuando pensaba que te echaba de menos,
que en aquellos momentos donde nos faltaba el aire.
Y en este efímero periplo,
que a mí en las ocasiones en las que me abrazabas
me parecía infinito,
he descubierto que en ti hay más demonios
que en todas mis pesadillas juntas;
que entre tanta oscuridad que quieres desprender,
destella una luz;
que todos los principios tienen el final que nosotros le queremos dar;
toda luna tiene su eclipse
y todo orgasmo su explosión.
La culpa la tiene el tiempo
por haberme dejado imaginarte
cuando yo sabía que no siempre ibas a estar,
porque esta flor nunca iba a crecer.
He querido volver donde todo iba a empezar,
a ese miércoles de febrero
donde conocí al hombre
que me robó más de una noche,
menos de tres suspiros
y millones de gritos envasados al aire
entre el sudor, el cariño y un adiós
que se escondía detrás del momento de acabar.
Todo queda tan lejano ahora desde este lado
que sólo puedo darte las gracias por haber sido y ser mi segunda derrota.



domingo, 31 de enero de 2016

Aforismo #5

Quizá para ti el último beso fuera el más dulce,
pero los mejores besos
son los que aún no me has dado.

martes, 19 de enero de 2016

Objetivo de luz

Soy un alma dividida en dos:
la derrota y la lucha,
el pasado y el presente sin futuro,
la nada y yo.
Soy veinticuatro horas de noche eternas, 
días que no cesan 
porque no importa dónde estén situadas las manecillas del reloj, 
los minutos no pasan. 
Un estanque sin fondo 
que mira el cielo despejado y anhela subir, 
volar en otro rumbo aunque no encuentre dirección. 
Ese cielo despejado que me ayuda 
y me regala luz, 
tonos de color 
y fotos en blanco y negro. 
Y es esa misma luz la que se cuela en mi objetivo, 
y me hace plasmar la vida como yo la veo; 
con músicos de calle, 
poetas de bares
 y vidas caminando entre las aceras de una ciudad nublada de viento. 
Porque quizá en más de una ocasión  
el arte ha llegado a salvarme la vida, 
y me he dado cuenta trazando un recorrido, 
donde los paseos entre callejuelas, plazas y avenidas, 
y los cafés en locales de tres al cuarto, 
me dicen dónde puedo estar, 
de donde salir, 
y dónde llegar.




A Antonio Salazar

viernes, 15 de enero de 2016

#5 Estruendo de enero


Anoche tus demonios y mi luz 
se alinearon para correr en la misma dirección,
y por eso hoy llueve.
El cielo ha rugido 
porque ha recordado cómo nos vigilaba junto al mar,
mientras sonaba Sleep like a baby tonight
y yo alargaba el instante del estruendo,
para estirar el momento del adiós.
Entonces siempre prometes volver pronto,
yo cruzo la calle
y tú me miras mientras me pierdo en las aceras.



lunes, 11 de enero de 2016

A solas

Uno de los mejores momentos del día
era cuando te tenía a solas.
Supongo que en ese momento
no imaginé lo que era meter a un cantautor bajo mi falda,
y que juntos compartiéramos la piel.
Era el momento perfecto,
porque mientras mis latidos retumbaban contra el colchón,
él escribía en braille sobre mi espalda
cada paso de esta historia,
sellándolos cada uno con un beso
y haciendo parada lunar por lunar.
Yo quería que no te acabaras nunca,
que tu luz y mi luz siguieran jugando en movimiento,
que el asiento de atrás siempre
nos recordase al primer "te quiero"
del que la noche fue testigo,
o que mis suspiros siempre fueran tuyos.
Era precioso encontrar dentro de ti un sentimiento
y poder llamarlo amor;
pero yo no pude compartirlo contigo
ahogada por el miedo de los incendios que me quemaron.
Pero yo sabía que sí era amor,
porque no sólo tú flotabas,
flotábamos los dos;
tú conmigo y yo contigo,
rompiendo todas mis barreras de seguridad.
La seguridad que me daban tus ojos sobre los míos,
cuando solo nos daba tiempo a estremecernos
sin tener miedo a que fuera de la habitación hiciera frío.
Porque era ese frío que viste en mí y no quisiste cambiarlo,
lo quisiste tal cual,
durmiendo con él y conmigo,
y esperando el día en el que amaneciéramos siameses,
porque la suavidad de mi piel solo buscaba el tacto de tus manos.
En cada cuerda de tu guitarra podía verme
mientras me susurrabas tus letras, entremezcladas con mis letras,
adornadas por mi delicadeza y tu ternura.
Ahora el miedo ha vuelto
y creo estar hecha de algún material que no sirve para querer,
por mi falta de ímpetu o valor,
aún no lo sé bien;
porque yo te pedí que cuidaras de mi fragilidad,
pero sin quererlo, has vuelto a romperme.




jueves, 7 de enero de 2016

Reseña de "Delirios y éxtasis", por Antonio Duque Lara

El 24 de diciembre llegó a mi casa una caja procedente de Almería, España, con unos dulces navideños y dos libros, entre ellos “Delirios y éxtasis” de Patricia Alonso.
¡Qué despropósito! ¡Qué disparate!, viene a ser una de las definiciones de delirio, según la nueva edición del Diccionario de la Lengua de las Reales Academias.
Y al llegar el dulce a la boca: ¡Oh, placer de dioses! ¡Qué cosas más ricas hacen en estas tierras! ¡Es de admirar las manos que tan gustoso manjar elaboran!
A mi manera, el significado, siempre según la definición del Diccionario, de éxtasis. Uno de ellos. Otro habría que buscarlo en la poesía de Santa Teresa o de San Juan de la Cruz.
Título intrigante para un libro escrito por una joven de 21 años, Patricia Alonso.
El libro puede llevar a conectar con las “locuras” de la juventud, y en una primera impresión, sin base ninguna, sentir que nos puede transmitir un estado erótico especial, una carnalidad fuerte. Pero como dice Francisco Álamo Felices, prologador del texto, “Tratamiento de lo erótico-sensual mesurado, medido pero cargado de connotaciones alejado de la vulgar carnalidad”
Como elemento de la vida, Eros, en el libro está presente, pero no es su centro, o al menos el Eros físico y exclusivo al que se tiende a pensar.
No voy a hacer un “análisis” crítico-literario científico del libro. Que por cierto leí entre el 24 y 25 de diciembre en trenes abarrotados de gente.
Lo primero, después de las sugerencias del título, es la fotografía de la portada. Voy a decir lo que a mí me sugiere, al margen de lo que el fotógrafo y la joven de la misma, se supone que es la poeta, prefiero este término al de poetísa, aunque tampoco me parece mal.
Un bar: “Siempre nos veíamos en el mismo bar”, página 89, dice el poema “En los bares”
Un bar casi en penumbra, dos focos de luz en la parte delantera que dejan percibir claramente el hermoso perfil femenino. ¿Será la poeta o será su alma?
La joven bebe algo, parece ensimismada, incluso sola, de una soledad buscada:”La soledad que no asustaba porque yo misma la busqué”, dice en el poema final del libro, que da título al mismo.
¿Qué piensa? Quizás ni ella misma lo sabe, no lo tiene claro: ¿Delirios? Frente a ella hay lo que parece un espejo, que recuerda a la Venus de Velázquez. ¿Casual o buscado? El espejo no refleja claramente su rostro, tal vez porque ella misma no se encuentra, “no lo tiene claro” Situación de instrospección, de hablar consigo misma, de buscar quizás, en el fondo de su alma a Dios, a un Dios que lleve al éxtasis a esa alma.
La foto me sugiere un mundo machadiano, Antonio, total, no sé si consciente. Antonio Machado, como Patricia, se aislaba, amaba la soledad para encontrarse a si mismo.
Y si puede significar algo, tapado por el foco de luz de la derecha, una palabra: Panadería.
Panadería, harina, harina que da forma al alimento. “La poesía es una taza sin bordes” dice: “Tengo encima de la mesa un gran montón de libros donde intento buscar las palabras adecuadas y expresar lo que llevo dentro”
El libro, las lecturas, la harina que será la base del pan en forma de palabra que formará el poema. Los sueños eran el origen de muchas evocaciones de los poemas de Antonio Machado. En este punto me parecen que conectan de nuevo. Sin duda, hermosísima foto la de la portada.
Otra de las cosas que me han llamado la atención es el desdoblamiento de la poeta al hablar. ¿Cuántos son los protagonistas del libro? En realidad uno, la poeta, o su alma, desdoblada en poemas dichos por una mujer o por un hombre hablando de ella. Ella misma viéndose a través de los ojos del hombre o de una de sus medias almas, la masculina.
El ojo que ves no es
ojo porque lo veas;
es ojo porque te ve.
Vuelve Machado a estar presente.
El poema “Ese que está ahí” está claramente dicho por una mujer, con deseos de plenitud que encuentra a “ese que está ahí” que la llena, que la hace reír, y tal vez feliz.
El poema de la página 103:”Lo que más me gusta de ella...” está dicho claramente por un hombre.
Hay una tercera vía de escritura. Los poemas en los que no se sabe si habla un hombre o una mujer. “Gracias a la música, a los amigos....” dice en el prólogo. La música, sin nombrarla puede estar escondida en la poesía: La copla andaluza, el cante flamenco, muchas veces pueden ser cantados en clave masculina o femenina. Es difícil saberlo.
Almería, Andalucía, ¿Machado de nuevo? No sé lo que de consciente habrá a la hora de componer, pero al menos, a mí me lo sugiere.
¿Desdoblamiento de personalidad, narcisismo? La fotografía lo dice todo. Instrospección del alma en búsqueda del yo.
Pánico al hoy”, página 111:
Me asusta ver cómo los ideales de la gente de hoy en día
se basan en ideales estéticos y no de corazón, de ideas.
Que esas ideas no sean reflejo de la mente,
sino la continuación de un canon que tendemos a seguir” Suena al famoso Gay Trinar machadiano en su autoretrato.
Esto, dicho por una joven de 21 años, viviendo como se vive en un barullo existencial en el que si no sigues la moda te apartan, manda huevos, que dijera alguien.
Todo ello me lleva a considerar que Patricia tiene un alma antigua, un alma anterior a la partición de ésta en masculina y femenina. Un alma con capacidad sutil de captar la globalidad y no sólo un punto de vista. Es como si fuera la reencarnación de un alma que nos habla desde el fondo del tiempo enterrado en lo eterno y universal de la poesía.
No hace falta pensar en cuestiones de disfunción mental para explicar esa forma de ver de los personajes en un mismo texto.
Sólo hay que recordar a Don Dionís, aquel poeta gallego que escribía Cantigas de amigo, poemas en boca de jovencitas lamentándose de la ausencia del amigo-amado. Trasfondo de San Juan de la Cruz y la mística, o un poco más lejos del habitat de Patricia: “100 poetas, 100 poemas” (Jiaku nin isshu), famosísima antología poética japonesa de allá por el S.XIII, traducida al español y editada por Hiperíón.
En esta antología muchos poemas están escritos por monjes y puestos en boca de mujer, con un sentir muy superior a veces al femenino.
Esto me lleva a considerar otro trasfondo cultural en la poesía de Patricia: Platón. El ser humano, antes de nacer, su alma tiene dos sexos espirituales, sólo cuando se viene a este mundo hay que elegir uno. Como dice, cito de memoria, Whilhem Reich en su libro sobre la sexualidad, no recuerdo el título ni lo tengo a mano, sólo cuando el sexo psíquico y el físico están en contradicción surgen los problemas para la vida diaria. No hablo de moralidades, simplemente de conflictos tan reales como los que se están viendo en la vida diaria hoy en día.
Por eso, en cuanto a la escritura, siento que Patricia tiene un alma anterior a la división en la realidad física, un alma que se introduce en si misma y la lleva a contemplar y contemplarse como ser humano en su más variada realidad. Eso sorprende y no me extraña el rostro de sorpresa que muestra en la presentación del libro cuando se hizo en el Instituto Celia Viñas, su instituto, en Almería.
Tradición poética asimilada, tradición filosófico espiritual asimilada, hacen que, a mi parecer, Patricia Alonso tenga madera de poeta eterna y universal,
Un último comentario que también recuerda a Antonio Machado, al menos en su brevedad. Los poemas de las pgs. 97,99,104 son aforismos, una forma universal y especialmente muy flamenca y andaluza.
Estéticamente, en el lenguaje, no es un libro en el que se cree un mundo poético, fuera, quizás de la persona. En el tren cuando leía sentía que Patricia estaba a mi lado leyéndome sus poemas.
Es la palabra para decir al oido del amado, del amigo, palabras de la cotidianeidad, rotas, pocas veces, creo que dos, por términos, para mí al menos, nuevos.
En algún momento, como en el poema que termina: “tenía razón era un gilipollas”, puede sonar vulgar, antipoético.
Muy pocas veces se da esa situación, pero son ocasiones en que estas palabras tienen más efectividad que un eufemismo aséptico y cursi en muchos casos.
Dicho con Gonzalo de Berceo: “Hablar en roman paladino como suele el pueblo hablar a su vescino”, aunque el matiz se refería en Berceo a hablar en castellano y no en latín. Patricia utiliza el lenguaje de hoy, de la calle, matizado, filtrado, pero compresible a todos y, seguro, sobre todo a los jóvenes.
No conozco personalmente a Patricia Alonso aunque si he visto, en la distancia, su facebook y otras cosas. Me ha emocionado, y le auguro, si el mundo no se tuerce, un gran futuro como poeta. Para terminar, el poemilla que escribí el día 25 en una estación al cambiar de tren:
Entró la Navidad
Machida la estación
Patricia una canción
Que se cuela en el corazón.
Antonio Duque Lara. Kokubunji. Tokyo. Navidad 2015