El
24 de diciembre llegó a mi casa una caja procedente de Almería,
España, con unos dulces navideños y dos libros, entre ellos
“Delirios y éxtasis” de Patricia Alonso.
¡Qué
despropósito! ¡Qué disparate!, viene a ser una de las definiciones
de delirio, según la nueva edición del Diccionario de la Lengua de
las Reales Academias.
Y
al llegar el dulce a la boca: ¡Oh, placer de dioses! ¡Qué cosas
más ricas hacen en estas tierras! ¡Es de admirar las manos que tan
gustoso manjar elaboran!
A
mi manera, el significado, siempre según la definición del
Diccionario, de éxtasis. Uno de ellos. Otro habría que buscarlo en
la poesía de Santa Teresa o de San Juan de la Cruz.
Título
intrigante para un libro escrito por una joven de 21 años, Patricia
Alonso.
El
libro puede llevar a conectar con las “locuras” de la juventud, y
en una primera impresión, sin base ninguna, sentir que nos puede
transmitir un estado erótico especial, una carnalidad fuerte. Pero
como dice Francisco Álamo Felices, prologador del texto,
“Tratamiento de lo erótico-sensual mesurado, medido pero cargado
de connotaciones alejado de la vulgar carnalidad”
Como
elemento de la vida, Eros, en el libro está presente, pero no es su
centro, o al menos el Eros físico y exclusivo al que se tiende a
pensar.
No
voy a hacer un “análisis” crítico-literario científico del
libro. Que por cierto leí entre el 24 y 25 de diciembre en trenes
abarrotados de gente.
Lo
primero, después de las sugerencias del título, es la fotografía
de la portada. Voy a decir lo que a mí me sugiere, al margen de lo
que el fotógrafo y la joven de la misma, se supone que es la poeta,
prefiero este término al de poetísa, aunque tampoco me parece mal.
Un
bar: “Siempre nos veíamos en el mismo bar”, página 89, dice el
poema “En los bares”
Un
bar casi en penumbra, dos focos de luz en la parte delantera que
dejan percibir claramente el hermoso perfil femenino. ¿Será la
poeta o será su alma?
La
joven bebe algo, parece ensimismada, incluso sola, de una soledad
buscada:”La soledad que no asustaba porque yo misma la busqué”,
dice en el poema final del libro, que da título al mismo.
¿Qué
piensa? Quizás ni ella misma lo sabe, no lo tiene claro: ¿Delirios?
Frente a ella hay lo que parece un espejo, que recuerda a la Venus de
Velázquez. ¿Casual o buscado? El espejo no refleja claramente su
rostro, tal vez porque ella misma no se encuentra, “no lo tiene
claro” Situación de instrospección, de hablar consigo misma, de
buscar quizás, en el fondo de su alma a Dios, a un Dios que lleve al
éxtasis a esa alma.
La
foto me sugiere un mundo machadiano, Antonio, total, no sé si
consciente. Antonio Machado, como Patricia, se aislaba, amaba la
soledad para encontrarse a si mismo.
Y
si puede significar algo, tapado por el foco de luz de la derecha,
una palabra: Panadería.
Panadería,
harina, harina que da forma al alimento. “La poesía es una taza
sin bordes” dice: “Tengo encima de la mesa un gran montón de
libros donde intento buscar las palabras adecuadas y expresar lo que
llevo dentro”
El
libro, las lecturas, la harina que será la base del pan en forma de
palabra que formará el poema. Los sueños eran el origen de muchas
evocaciones de los poemas de Antonio Machado. En este punto me
parecen que conectan de nuevo. Sin duda, hermosísima foto la de la
portada.
Otra
de las cosas que me han llamado la atención es el desdoblamiento de
la poeta al hablar. ¿Cuántos son los protagonistas del libro? En
realidad uno, la poeta, o su alma, desdoblada en poemas dichos por
una mujer o por un hombre hablando de ella. Ella misma viéndose a
través de los ojos del hombre o de una de sus medias almas, la
masculina.
El
ojo que ves no es
ojo
porque lo veas;
es
ojo porque te ve.
Vuelve
Machado a estar presente.
El
poema “Ese que está ahí” está claramente dicho por una mujer,
con deseos de plenitud que encuentra a “ese que está ahí” que
la llena, que la hace reír, y tal vez feliz.
El
poema de la página 103:”Lo que más me gusta de ella...” está
dicho claramente por un hombre.
Hay
una tercera vía de escritura. Los poemas en los que no se sabe si
habla un hombre o una mujer. “Gracias a la música, a los
amigos....” dice en el prólogo. La música, sin nombrarla puede
estar escondida en la poesía: La copla andaluza, el cante flamenco,
muchas veces pueden ser cantados en clave masculina o femenina. Es
difícil saberlo.
Almería,
Andalucía, ¿Machado de nuevo? No sé lo que de consciente habrá a
la hora de componer, pero al menos, a mí me lo sugiere.
¿Desdoblamiento
de personalidad, narcisismo? La fotografía lo dice todo.
Instrospección del alma en búsqueda del yo.
“Pánico
al hoy”, página 111:
“Me
asusta ver cómo los ideales de la gente de hoy en día
se
basan en ideales estéticos y no de corazón, de ideas.
Que
esas ideas no sean reflejo de la mente,
sino
la continuación de un canon que tendemos a seguir” Suena al famoso
Gay Trinar machadiano en su autoretrato.
Esto,
dicho por una joven de 21 años, viviendo como se vive en un barullo
existencial en el que si no sigues la moda te apartan, manda huevos,
que dijera alguien.
Todo
ello me lleva a considerar que Patricia tiene un alma antigua, un
alma anterior a la partición de ésta en masculina y femenina. Un
alma con capacidad sutil de captar la globalidad y no sólo un punto
de vista. Es como si fuera la reencarnación de un alma que nos habla
desde el fondo del tiempo enterrado en lo eterno y universal de la
poesía.
No
hace falta pensar en cuestiones de disfunción mental para explicar
esa forma de ver de los personajes en un mismo texto.
Sólo
hay que recordar a Don Dionís, aquel poeta gallego que escribía
Cantigas de amigo, poemas en boca de jovencitas lamentándose de la
ausencia del amigo-amado. Trasfondo de San Juan de la Cruz y la
mística, o un poco más lejos del habitat de Patricia: “100
poetas, 100 poemas” (Jiaku nin isshu), famosísima antología
poética japonesa de allá por el S.XIII, traducida al español y
editada por Hiperíón.
En
esta antología muchos poemas están escritos por monjes y puestos en
boca de mujer, con un sentir muy superior a veces al femenino.
Esto
me lleva a considerar otro trasfondo cultural en la poesía de
Patricia: Platón. El ser humano, antes de nacer, su alma tiene dos
sexos espirituales, sólo cuando se viene a este mundo hay que elegir
uno. Como dice, cito de memoria, Whilhem Reich en su libro sobre la
sexualidad, no recuerdo el título ni lo tengo a mano, sólo cuando
el sexo psíquico y el físico están en contradicción surgen los
problemas para la vida diaria. No hablo de moralidades, simplemente
de conflictos tan reales como los que se están viendo en la vida
diaria hoy en día.
Por
eso, en cuanto a la escritura, siento que Patricia tiene un alma
anterior a la división en la realidad física, un alma que se
introduce en si misma y la lleva a contemplar y contemplarse como ser
humano en su más variada realidad. Eso sorprende y no me extraña el
rostro de sorpresa que muestra en la presentación del libro cuando
se hizo en el Instituto Celia Viñas, su instituto, en Almería.
Tradición
poética asimilada, tradición filosófico espiritual asimilada,
hacen que, a mi parecer, Patricia Alonso tenga madera de poeta eterna
y universal,
Un
último comentario que también recuerda a Antonio Machado, al menos
en su brevedad. Los poemas de las pgs. 97,99,104 son aforismos, una
forma universal y especialmente muy flamenca y andaluza.
Estéticamente,
en el lenguaje, no es un libro en el que se cree un mundo poético,
fuera, quizás de la persona. En el tren cuando leía sentía que
Patricia estaba a mi lado leyéndome sus poemas.
Es
la palabra para decir al oido del amado, del amigo, palabras de la
cotidianeidad, rotas, pocas veces, creo que dos, por términos, para
mí al menos, nuevos.
En
algún momento, como en el poema que termina: “tenía razón era un
gilipollas”, puede sonar vulgar, antipoético.
Muy
pocas veces se da esa situación, pero son ocasiones en que estas
palabras tienen más efectividad que un eufemismo aséptico y cursi
en muchos casos.
Dicho
con Gonzalo de Berceo: “Hablar en roman paladino como suele el
pueblo hablar a su vescino”, aunque el matiz se refería en Berceo
a hablar en castellano y no en latín. Patricia utiliza el lenguaje
de hoy, de la calle, matizado, filtrado, pero compresible a todos y,
seguro, sobre todo a los jóvenes.
No
conozco personalmente a Patricia Alonso aunque si he visto, en la
distancia, su facebook y otras cosas. Me ha emocionado, y le auguro,
si el mundo no se tuerce, un gran futuro como poeta. Para terminar,
el poemilla que escribí el día 25 en una estación al cambiar de
tren:
Entró
la Navidad
Machida
la estación
Patricia
una canción
Que
se cuela en el corazón.
Antonio
Duque Lara. Kokubunji. Tokyo. Navidad 2015