domingo, 14 de octubre de 2012

Capítulo I de un ser culpable.

Vi en sus ojos la ausencia de algunas lágrimas escondidas que encontré la última vez que la miré. Cada fragmento de su alma tenía su propia historia, en la suya yo era el héroe y no el villano, pero aquel día todas las palabras que no le dije eran las que ella necesitaba escuchar. Todo acabó en segundos, la culpa y la pena la devoraron en su cama desierta, haciendo brutal la caída después de recordar y ser consciente de lo que acababa de ocurrir, rompiéndose una vez más en pedazos sin nada que objetar. Fue un destrozo bestial, partí los átomos de su risa hasta despedazar cualquier intento o mueca de felicidad por mucho tiempo, hasta que un día no tan lejano al que ella se imaginaba, e incluso yo, entre soledades domésticas y una amargura sin sentido, se lo llevó todo el olvido.
Una melodía oscureció todo y de pronto estaba sentada frente al espejo, viendo como se rompía su cuerpo y salía libre de él, entendiendo a su vez que un hombre a medias no le sirve a ninguna mujer completa. Porque no se puede tocar el cielo con las manos llenas de nostalgia viajó donde la trataron con el apego que yo no supe darle, sintiéndose la mujer más dichosa, y aprendió que cuando no es acierto ni error es simplemente amor, aquello que había encontrado tras salir de una mustia agonía.
Yo era un todo constante en su vida hasta que decidí desaparecer, sin saber muy bien aún por qué y sintiéndome culpable por el dolor que causé, reprochándome a mí mismo todo el pesar que ella sintió durante tanto tiempo. Hasta que hoy, la encontré sin esperarlo, sin saber cómo actuar ante ella, con la vergüenza de un pasado juntos que acabó en llantos y distancia, pero sin más, paseando por la calle me vio, respiró profundo y le dijo al amor de su vida: "mira, hace mucho tiempo yo te confundí con él".


jueves, 4 de octubre de 2012

De un momento a otro.

Comienza el tercer otoño, el tercer capítulo de la historia y mi nueva ira. Pongo mis ganas en que llegue el invierno, en reenamorar a quien una vez fue completamente mío, y despertar al dinosaurio a punta de besos y caricias. Quiero que el frío y el amor calen en mis huesos, más que nunca y tan dentro que ya no encuentren la salida, para descifrar los enigmas que esconden las sábanas azules que me envuelven y los secretos que a veces tapo y veo a través de la piel, de la tuya.
Revolcándose con el barro tengo aquellos recuerdos que se envuelven en lágrimas, con miedo a volver a recorrer mi mente refugiado en ese absurdo sentimiento de incertidumbre que no me permite respirar, y sólo quisiera saltarme el camino y simplemente llegar. Ya se acabó la espera. Llegó de madrugada y me abrigué en él, en la frigidez de los latidos que llenan mi vacío, separándome de la distancia y el tiempo tan indiferentes a mí.
La furia de mis letras no se entienden, ni yo misma lo hago y sin esfuerzo logro intentar aclarar mis ideas para  jugar con cada anochecer y saber que lo que necesito se esconde bajo las palabras que una vez nunca dije asustada por el pánico, el sobresalto, el recelo y las alarmas que me despiertan de todos mis sueños, de los cuales nunca veo su solución.
La raíz de todos mis miedos está sembrada en la tierra del olvido, ser cobarde al verme ante el espejo sin reconocer lo que realmente veo, sentir temor a no tener esas manos en mi. Esas manos en mí, me hacen sentir mejor, me refugio, sin creer en nada, creo, y dejo de estar ciega para curar lo malo del pasado y se me olvida que he llorado.
Se me olvida que el otoño deshoja las ramas desnudando el aire y acortando mi aliento.