jueves, 7 de enero de 2016

Reseña de "Delirios y éxtasis", por Antonio Duque Lara

El 24 de diciembre llegó a mi casa una caja procedente de Almería, España, con unos dulces navideños y dos libros, entre ellos “Delirios y éxtasis” de Patricia Alonso.
¡Qué despropósito! ¡Qué disparate!, viene a ser una de las definiciones de delirio, según la nueva edición del Diccionario de la Lengua de las Reales Academias.
Y al llegar el dulce a la boca: ¡Oh, placer de dioses! ¡Qué cosas más ricas hacen en estas tierras! ¡Es de admirar las manos que tan gustoso manjar elaboran!
A mi manera, el significado, siempre según la definición del Diccionario, de éxtasis. Uno de ellos. Otro habría que buscarlo en la poesía de Santa Teresa o de San Juan de la Cruz.
Título intrigante para un libro escrito por una joven de 21 años, Patricia Alonso.
El libro puede llevar a conectar con las “locuras” de la juventud, y en una primera impresión, sin base ninguna, sentir que nos puede transmitir un estado erótico especial, una carnalidad fuerte. Pero como dice Francisco Álamo Felices, prologador del texto, “Tratamiento de lo erótico-sensual mesurado, medido pero cargado de connotaciones alejado de la vulgar carnalidad”
Como elemento de la vida, Eros, en el libro está presente, pero no es su centro, o al menos el Eros físico y exclusivo al que se tiende a pensar.
No voy a hacer un “análisis” crítico-literario científico del libro. Que por cierto leí entre el 24 y 25 de diciembre en trenes abarrotados de gente.
Lo primero, después de las sugerencias del título, es la fotografía de la portada. Voy a decir lo que a mí me sugiere, al margen de lo que el fotógrafo y la joven de la misma, se supone que es la poeta, prefiero este término al de poetísa, aunque tampoco me parece mal.
Un bar: “Siempre nos veíamos en el mismo bar”, página 89, dice el poema “En los bares”
Un bar casi en penumbra, dos focos de luz en la parte delantera que dejan percibir claramente el hermoso perfil femenino. ¿Será la poeta o será su alma?
La joven bebe algo, parece ensimismada, incluso sola, de una soledad buscada:”La soledad que no asustaba porque yo misma la busqué”, dice en el poema final del libro, que da título al mismo.
¿Qué piensa? Quizás ni ella misma lo sabe, no lo tiene claro: ¿Delirios? Frente a ella hay lo que parece un espejo, que recuerda a la Venus de Velázquez. ¿Casual o buscado? El espejo no refleja claramente su rostro, tal vez porque ella misma no se encuentra, “no lo tiene claro” Situación de instrospección, de hablar consigo misma, de buscar quizás, en el fondo de su alma a Dios, a un Dios que lleve al éxtasis a esa alma.
La foto me sugiere un mundo machadiano, Antonio, total, no sé si consciente. Antonio Machado, como Patricia, se aislaba, amaba la soledad para encontrarse a si mismo.
Y si puede significar algo, tapado por el foco de luz de la derecha, una palabra: Panadería.
Panadería, harina, harina que da forma al alimento. “La poesía es una taza sin bordes” dice: “Tengo encima de la mesa un gran montón de libros donde intento buscar las palabras adecuadas y expresar lo que llevo dentro”
El libro, las lecturas, la harina que será la base del pan en forma de palabra que formará el poema. Los sueños eran el origen de muchas evocaciones de los poemas de Antonio Machado. En este punto me parecen que conectan de nuevo. Sin duda, hermosísima foto la de la portada.
Otra de las cosas que me han llamado la atención es el desdoblamiento de la poeta al hablar. ¿Cuántos son los protagonistas del libro? En realidad uno, la poeta, o su alma, desdoblada en poemas dichos por una mujer o por un hombre hablando de ella. Ella misma viéndose a través de los ojos del hombre o de una de sus medias almas, la masculina.
El ojo que ves no es
ojo porque lo veas;
es ojo porque te ve.
Vuelve Machado a estar presente.
El poema “Ese que está ahí” está claramente dicho por una mujer, con deseos de plenitud que encuentra a “ese que está ahí” que la llena, que la hace reír, y tal vez feliz.
El poema de la página 103:”Lo que más me gusta de ella...” está dicho claramente por un hombre.
Hay una tercera vía de escritura. Los poemas en los que no se sabe si habla un hombre o una mujer. “Gracias a la música, a los amigos....” dice en el prólogo. La música, sin nombrarla puede estar escondida en la poesía: La copla andaluza, el cante flamenco, muchas veces pueden ser cantados en clave masculina o femenina. Es difícil saberlo.
Almería, Andalucía, ¿Machado de nuevo? No sé lo que de consciente habrá a la hora de componer, pero al menos, a mí me lo sugiere.
¿Desdoblamiento de personalidad, narcisismo? La fotografía lo dice todo. Instrospección del alma en búsqueda del yo.
Pánico al hoy”, página 111:
Me asusta ver cómo los ideales de la gente de hoy en día
se basan en ideales estéticos y no de corazón, de ideas.
Que esas ideas no sean reflejo de la mente,
sino la continuación de un canon que tendemos a seguir” Suena al famoso Gay Trinar machadiano en su autoretrato.
Esto, dicho por una joven de 21 años, viviendo como se vive en un barullo existencial en el que si no sigues la moda te apartan, manda huevos, que dijera alguien.
Todo ello me lleva a considerar que Patricia tiene un alma antigua, un alma anterior a la partición de ésta en masculina y femenina. Un alma con capacidad sutil de captar la globalidad y no sólo un punto de vista. Es como si fuera la reencarnación de un alma que nos habla desde el fondo del tiempo enterrado en lo eterno y universal de la poesía.
No hace falta pensar en cuestiones de disfunción mental para explicar esa forma de ver de los personajes en un mismo texto.
Sólo hay que recordar a Don Dionís, aquel poeta gallego que escribía Cantigas de amigo, poemas en boca de jovencitas lamentándose de la ausencia del amigo-amado. Trasfondo de San Juan de la Cruz y la mística, o un poco más lejos del habitat de Patricia: “100 poetas, 100 poemas” (Jiaku nin isshu), famosísima antología poética japonesa de allá por el S.XIII, traducida al español y editada por Hiperíón.
En esta antología muchos poemas están escritos por monjes y puestos en boca de mujer, con un sentir muy superior a veces al femenino.
Esto me lleva a considerar otro trasfondo cultural en la poesía de Patricia: Platón. El ser humano, antes de nacer, su alma tiene dos sexos espirituales, sólo cuando se viene a este mundo hay que elegir uno. Como dice, cito de memoria, Whilhem Reich en su libro sobre la sexualidad, no recuerdo el título ni lo tengo a mano, sólo cuando el sexo psíquico y el físico están en contradicción surgen los problemas para la vida diaria. No hablo de moralidades, simplemente de conflictos tan reales como los que se están viendo en la vida diaria hoy en día.
Por eso, en cuanto a la escritura, siento que Patricia tiene un alma anterior a la división en la realidad física, un alma que se introduce en si misma y la lleva a contemplar y contemplarse como ser humano en su más variada realidad. Eso sorprende y no me extraña el rostro de sorpresa que muestra en la presentación del libro cuando se hizo en el Instituto Celia Viñas, su instituto, en Almería.
Tradición poética asimilada, tradición filosófico espiritual asimilada, hacen que, a mi parecer, Patricia Alonso tenga madera de poeta eterna y universal,
Un último comentario que también recuerda a Antonio Machado, al menos en su brevedad. Los poemas de las pgs. 97,99,104 son aforismos, una forma universal y especialmente muy flamenca y andaluza.
Estéticamente, en el lenguaje, no es un libro en el que se cree un mundo poético, fuera, quizás de la persona. En el tren cuando leía sentía que Patricia estaba a mi lado leyéndome sus poemas.
Es la palabra para decir al oido del amado, del amigo, palabras de la cotidianeidad, rotas, pocas veces, creo que dos, por términos, para mí al menos, nuevos.
En algún momento, como en el poema que termina: “tenía razón era un gilipollas”, puede sonar vulgar, antipoético.
Muy pocas veces se da esa situación, pero son ocasiones en que estas palabras tienen más efectividad que un eufemismo aséptico y cursi en muchos casos.
Dicho con Gonzalo de Berceo: “Hablar en roman paladino como suele el pueblo hablar a su vescino”, aunque el matiz se refería en Berceo a hablar en castellano y no en latín. Patricia utiliza el lenguaje de hoy, de la calle, matizado, filtrado, pero compresible a todos y, seguro, sobre todo a los jóvenes.
No conozco personalmente a Patricia Alonso aunque si he visto, en la distancia, su facebook y otras cosas. Me ha emocionado, y le auguro, si el mundo no se tuerce, un gran futuro como poeta. Para terminar, el poemilla que escribí el día 25 en una estación al cambiar de tren:
Entró la Navidad
Machida la estación
Patricia una canción
Que se cuela en el corazón.
Antonio Duque Lara. Kokubunji. Tokyo. Navidad 2015








No hay comentarios:

Publicar un comentario