lunes, 11 de enero de 2016

A solas

Uno de los mejores momentos del día
era cuando te tenía a solas.
Supongo que en ese momento
no imaginé lo que era meter a un cantautor bajo mi falda,
y que juntos compartiéramos la piel.
Era el momento perfecto,
porque mientras mis latidos retumbaban contra el colchón,
él escribía en braille sobre mi espalda
cada paso de esta historia,
sellándolos cada uno con un beso
y haciendo parada lunar por lunar.
Yo quería que no te acabaras nunca,
que tu luz y mi luz siguieran jugando en movimiento,
que el asiento de atrás siempre
nos recordase al primer "te quiero"
del que la noche fue testigo,
o que mis suspiros siempre fueran tuyos.
Era precioso encontrar dentro de ti un sentimiento
y poder llamarlo amor;
pero yo no pude compartirlo contigo
ahogada por el miedo de los incendios que me quemaron.
Pero yo sabía que sí era amor,
porque no sólo tú flotabas,
flotábamos los dos;
tú conmigo y yo contigo,
rompiendo todas mis barreras de seguridad.
La seguridad que me daban tus ojos sobre los míos,
cuando solo nos daba tiempo a estremecernos
sin tener miedo a que fuera de la habitación hiciera frío.
Porque era ese frío que viste en mí y no quisiste cambiarlo,
lo quisiste tal cual,
durmiendo con él y conmigo,
y esperando el día en el que amaneciéramos siameses,
porque la suavidad de mi piel solo buscaba el tacto de tus manos.
En cada cuerda de tu guitarra podía verme
mientras me susurrabas tus letras, entremezcladas con mis letras,
adornadas por mi delicadeza y tu ternura.
Ahora el miedo ha vuelto
y creo estar hecha de algún material que no sirve para querer,
por mi falta de ímpetu o valor,
aún no lo sé bien;
porque yo te pedí que cuidaras de mi fragilidad,
pero sin quererlo, has vuelto a romperme.




No hay comentarios:

Publicar un comentario