Que
esto parezca un accidente, y no un crimen pasional.
Escribir
sin puntos es una buena forma de cortar la respiración, aunque no de
tiempo a pensar demasiado.
Él
es a veces una ilusión, una realidad o un sueño. Cuando me arrastró
por el sofá cayeron mis indiscutibles y suaves necedades. Aunque no
soy partidaria, en repetidas ocasiones me hizo perder la cordura y a
veces el cuerpo.
Creo
que lo nuestro es otro lenguaje, otro lugar, otra bandera, otra idea,
otro planeta, otro recorrido, otra desgracia o tal vez otra vida,
otra cosa.
Conjeturar
las miradas y los mensajes, y retrasar las manecillas del reloj como
un acto de desesperación, reusarse a cualquier acumulación de
tiempo. Esto suele pasarnos cuando llega un terrorífico domingo, que
no se libra de ninguna despedida.
Con
suspiros de voz baja, que dejan ver la felicidad de saber que no
estamos soñando. Es todo tan real, y a pocas horas te recuerdo
hablando un poco en cursi, con noches de terciopelo, y despertares
inesperados con un beso en la mejilla mientras duermes.
En
el momento en el que desapareces, soy ese preciso instante, un lapso
de tiempo doloroso que se repite interminablemente en mi cabeza, y me
vuelvo tan débil que se me escapan unas lágrimas porque no quiero
verte ir.
Mi
conclusión se queda en que todo es menos malo desde que existes. He
merodeado entre varias posibilidades y he acabado albergando la peor
de todas, que es echarte de menos.
Y
ahora la distancia de aquí a tu boca se me hace el infinito, no me
creo que mañana sea lunes, por eso para recordarte he colgado un
letrero sobre el cabecero, es algo muy peculiar: “prohibido soñar
con alguien que no sea él”.
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