domingo, 8 de enero de 2012

No hay nada como las ganas que te tengo.


Que esto parezca un accidente, y no un crimen pasional.
Escribir sin puntos es una buena forma de cortar la respiración, aunque no de tiempo a pensar demasiado.
Él es a veces una ilusión, una realidad o un sueño. Cuando me arrastró por el sofá cayeron mis indiscutibles y suaves necedades. Aunque no soy partidaria, en repetidas ocasiones me hizo perder la cordura y a veces el cuerpo.
Creo que lo nuestro es otro lenguaje, otro lugar, otra bandera, otra idea, otro planeta, otro recorrido, otra desgracia o tal vez otra vida, otra cosa.
Conjeturar las miradas y los mensajes, y retrasar las manecillas del reloj como un acto de desesperación, reusarse a cualquier acumulación de tiempo. Esto suele pasarnos cuando llega un terrorífico domingo, que no se libra de ninguna despedida.
Con suspiros de voz baja, que dejan ver la felicidad de saber que no estamos soñando. Es todo tan real, y a pocas horas te recuerdo hablando un poco en cursi, con noches de terciopelo, y despertares inesperados con un beso en la mejilla mientras duermes.
En el momento en el que desapareces, soy ese preciso instante, un lapso de tiempo doloroso que se repite interminablemente en mi cabeza, y me vuelvo tan débil que se me escapan unas lágrimas porque no quiero verte ir.
Mi conclusión se queda en que todo es menos malo desde que existes. He merodeado entre varias posibilidades y he acabado albergando la peor de todas, que es echarte de menos.
Y ahora la distancia de aquí a tu boca se me hace el infinito, no me creo que mañana sea lunes, por eso para recordarte he colgado un letrero sobre el cabecero, es algo muy peculiar: “prohibido soñar con alguien que no sea él”.


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