viernes, 13 de enero de 2012

Causas perdidas y razones inexistentes.

Es engañoso necesitar rompernos en mil pedazos cuando sólo necesitamos olvidar, pero es que a veces confundo el infierno con mis propios desvaríos. Siento la peculiar sensación de haberme quedado varias vidas atrás, pero estoy segura de que si esta vida es prestada, me sería imposible ser propietaria de tantas promesas medio dichas.
Jamás he abandonado todo más de lo necesario, siempre me he reservado la desesperación y la angustia para casos urgentes. Pero en ocasiones escucho una voz gruesa y vulgar en el interior de mi cabeza guardada para los casos peligrosos de soledades prolongadas. Una realidad de emergencia para los momentos dolorosos.
Es un pequeño espectáculo íntimo. En ocasiones me miraba al espejo y me decía: “Te han cambiado la vida, y tus verdaderos gustos salen cuando estás a solas. A veces todavía sé quien eres, y me gustabas”.
Es extraño cómo llevaba mi infierno a cuestas y nunca olvidé limpiar las almas por donde pasaba, incluso en este invierno se me ha visto llorar feliz con mi tristeza.
Sin dudarlo apenas creo haberme liberado de todo eso, y he reaccionado por así decirlo, puesto que para conquistar el mundo uno tiene que comenzar por conquistarse a sí mismo, y mi batalla la tengo ganada.
Puedo decir muchas cosas sobre el destino, pero me he dado cuenta de que realmente da igual, tanto lo que puedo decir como el destino. Por eso, cuando eres insignificante lo entiendes todo cuando te encuentras en medio de un silencio prolongado y aterrador.
He decidido hacer de mí mi pasatiempo, y el objetivo no es envejecer, sino marchitarme, porque sólo se marchita lo que una vez estuvo. Yo he existido disfrazada de incógnita, llenando vacíos como forma de evadir la culpa de mi soledad, pero estaba claro que mi cuerpo era público y no es fácil esconderse.

Tengo la sensación de que tendré que inventarme algún día, y sólo espero no estar obligada a ser real.

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