Ojalá.
Cómo odio esa palabra. Es la forma elegante que tiene la gente de
decir que algo no tiene remedio.
Después
de los tiempos que han corrido y que corren, no me queda otra que
reír a falta de melancolía.
He
rebuscado, y tengo en la cabeza una vieja voz, un altavoz, una
conciencia, una memoria, mucho ruido, en ocasiones nada, imágenes y
demasiados deseos de abandonarme por momentos.
Cuando
una persona tiene un mal día, normalmente se esconde. Yo, por
ejemplo, me quedo parada frente al espejo esperando verme
desaparecer, pero nunca da resultado.
Tantas
historias quedan por contar: calles que recuerdan, personas que nunca
fueron, soles de media noche.. Yo soy el silencio entre estas
historias.
Me
acostumbré a sentirme mal, y eso nunca entró dentro del plan. Me
cansé de todo, de la misma fatiga, pero firme e indudable, cambio.
Silencio
acabado, hoy he decidido gritar. Y como nadie, ser yo.
Yo
que siempre quise hacer de los días terribles algún recordatorio,
pero hay días nefastos que no caben en ninguna memoria. Mañana
será uno de ellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario