Es
imprescindible dejar el cuerpo antes de mirarlo. Él es una adicción,
y aquí en el infierno esos precipicios son preocupantes.
Entre
sábanas revueltas, besos de ida y vuelta, y un te quiero que se
escapa, guardo recuerdos que van desde su ombligo a las manos, de sus
tobillos a la cintura, su nariz y su boca, y no los olvido.
Y
entre esa guerra de varios metros de carne, con besos atrincherados e
intenciones conocidas y expuestas , lo que yo era, fui.
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