miércoles, 28 de diciembre de 2011

No me hablen de paisajes si no han visto su cuerpo.


Es imprescindible dejar el cuerpo antes de mirarlo. Él es una adicción, y aquí en el infierno esos precipicios son preocupantes.
Entre sábanas revueltas, besos de ida y vuelta, y un te quiero que se escapa, guardo recuerdos que van desde su ombligo a las manos, de sus tobillos a la cintura, su nariz y su boca, y no los olvido.
Y entre esa guerra de varios metros de carne, con besos atrincherados e intenciones conocidas y expuestas , lo que yo era, fui.


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