Cuando
llegamos aquí por primera vez teníamos frío y estábamos limpios,
sin colores en la piel, éramos como luz y papel mojado. Sin colores
en la piel hasta que dejamos entrar al fantasma que rondaba nuestros
sueños.
Si
dices mi nombre todos esos colores se iluminarán, brillarán hasta
que nunca más volvamos a tener miedo de nuevo. Y cuando venga a por
mi, yo estaré con mi vestido azul, besando tus ojos, y besando la
palma de tus manos, con plata en los pulmones. Después siempre
desaparece, y en ese momento es cuando sabes que nunca volveremos a
estar juntos, te vistes de negro gritando mi nombre en voz alta
mientras yo arrastro tu cuerpo del que soy dueña, desgarrando cada
parte de él en este helado febrero polvoriento de deseo.
Ante
cualquier pretexto o capricho pienso descomponerme, doblaré los días
para guardarlos debajo de la cama antes de acostarme y esperaré a
que vengas a suspirarme con una voz ronca y desgarrada, porque
ante esas respuestas que siempre se escuchan yo prefiero las otras,
las que simplemente se sienten, y hoy he cerrado los ojos para verte
y me he atado las manos para poder tocarte, así no desbancarás a mi
poder siniestro que te agarra y te atrae.
Y
aquí, ya no manda tu fuerza sobre mi cuerpo, ya no logras pisotearme
rozandome con tus dedos, ni esfumas mi poca cordura para hacerme sierva de
tus placeres. En una dosis moderada la desgracia es un placer, pero
no te sientas desdichado, querido, que hoy por hoy, seguiré
intoxicando cada milímetro de tu cuerpo con mi odio.
Zahara! :))
ResponderEliminar