domingo, 22 de enero de 2012

Desde la sala de espera.


Mis letras desgarradoras dejan mostrar mi melancolía frustrada y mi ilusión desfigurada, y cierro los ojos para protestar por lo que llevo dentro, que es insostenible.
Descomponerte en pequeños trozos para ordenarlos según su tono de blanco o el número de pecas y guardarme debajo de la ropa un lugar secreto es una excusa para ante cualquier remordimiento invocarte.
Creo que llega un momento en el que nos cuestionamos si todo es real y es ahí cuando tengo la certeza de mi poca cordura, porque ya es hora de dejar la falsa realidad y volver a lo propio, que es la costumbre.
A veces siento un cansancio terrible y absurdo por tener que sentir siempre rencor, pero nunca remordimiento, y es que a lo largo del día se van descolgando mis dolores al caminar, aunque de este tema siempre entendí poco y lo acarreo a todos lados. Un día me encontré en la nada aunque a veces me confundan con cualquier circunstancia, será porque me he acostumbrado a olvidar todo lo que quiero, más que nada por descuido.
He llegado a una conclusión tal vez un tanto radical, y es que todos los recuerdos invadirán aquel cuerpo que estaba postrado en la calle aquel martes por la tarde, y que pretendía encontrar un camino, pero como todos acabará muriendo sin saberlo. Así, creo que mi vida es todo eso que no pasó mientras quería o dejé de ver por preguntar, es una vida construida con pequeños detalles omitidos y otros susurrados.
Yo soy así, me derramo, me humedezco la cara, me lavo los ojos, en ocasiones lluevo, dejo caer el excedente de agua que llevo en mis cristales durante estos años, hago mares en mis ratos libres, pero nunca lloro, o al menos no lo volveré a hacer inútilmente.

domingo, 15 de enero de 2012

Me gusta cuando me nombras, con esa fluidez eléctrica.

En la próxima vuelta del universo nos detenemos.
En mis meras palabras expongo la esencia de mis sentimientos, mi ternura escrita y que sólo él sabe leer entre líneas.
Voy a contar algo. Siempre me imaginé con él fuera de aquí, en la ciudad que más le guste del mundo, establecer una verdadera rutina de días de diario en los que los viajes no duren una hora sino unos cuantos minutos. De tardes paseando y Starbucks en mano.
Para llegar a su boca hace falta recorrer un infinito, escuchar las palabras de emergencia y salvarme en sus labios. Él es un momento de felicidad que se repite constantemente como si espiral fuese.
Sueño despierta agarrada de su mano subiendo las plantas de la Torre Eiffel, mientras me susurra al oído sus típicas frases en francés que hacen que el más complaciente escalofrío recorra todo mi cuerpo milímetro a milímetro sin dejar el mínimo espacio.
Tiene una capacidad que logra controlar mi voluntad indomable, y en noches de insomnio pasa por mi mente y decide quedarse un buen rato. Lo único malo de este amor es la distancia y que los enfrentamientos por causas remotas que se desvanecen con el tiempo no acaben con un beso suyo.
Y después de todo esto hago todo lo posible por encontrar algo que se le parezca. No es que esté perdido ni sea un ser extraño, es que para mí no es real. Roza el romanticismo y lo transforma en momentos de una tarde encerrados entre las cuatro paredes de una habitación conocida con su música indie de fondo y sus manos en mi cintura. Las palabras más sinceras son las que se dicen entre besos.
En su ausencia creo ir en dirección al viento intentando llegar a su olor, voy por las calles por donde pasamos escuchando las canciones que me cuentan nuestra historia y en cuanto llego a la adecuada caigo sobre el misterio de lo que llamamos amor, donde él estaba.
He llegado al punto y final, al lugar donde se pierden las palabras.


viernes, 13 de enero de 2012

Causas perdidas y razones inexistentes.

Es engañoso necesitar rompernos en mil pedazos cuando sólo necesitamos olvidar, pero es que a veces confundo el infierno con mis propios desvaríos. Siento la peculiar sensación de haberme quedado varias vidas atrás, pero estoy segura de que si esta vida es prestada, me sería imposible ser propietaria de tantas promesas medio dichas.
Jamás he abandonado todo más de lo necesario, siempre me he reservado la desesperación y la angustia para casos urgentes. Pero en ocasiones escucho una voz gruesa y vulgar en el interior de mi cabeza guardada para los casos peligrosos de soledades prolongadas. Una realidad de emergencia para los momentos dolorosos.
Es un pequeño espectáculo íntimo. En ocasiones me miraba al espejo y me decía: “Te han cambiado la vida, y tus verdaderos gustos salen cuando estás a solas. A veces todavía sé quien eres, y me gustabas”.
Es extraño cómo llevaba mi infierno a cuestas y nunca olvidé limpiar las almas por donde pasaba, incluso en este invierno se me ha visto llorar feliz con mi tristeza.
Sin dudarlo apenas creo haberme liberado de todo eso, y he reaccionado por así decirlo, puesto que para conquistar el mundo uno tiene que comenzar por conquistarse a sí mismo, y mi batalla la tengo ganada.
Puedo decir muchas cosas sobre el destino, pero me he dado cuenta de que realmente da igual, tanto lo que puedo decir como el destino. Por eso, cuando eres insignificante lo entiendes todo cuando te encuentras en medio de un silencio prolongado y aterrador.
He decidido hacer de mí mi pasatiempo, y el objetivo no es envejecer, sino marchitarme, porque sólo se marchita lo que una vez estuvo. Yo he existido disfrazada de incógnita, llenando vacíos como forma de evadir la culpa de mi soledad, pero estaba claro que mi cuerpo era público y no es fácil esconderse.

Tengo la sensación de que tendré que inventarme algún día, y sólo espero no estar obligada a ser real.

domingo, 8 de enero de 2012

No hay nada como las ganas que te tengo.


Que esto parezca un accidente, y no un crimen pasional.
Escribir sin puntos es una buena forma de cortar la respiración, aunque no de tiempo a pensar demasiado.
Él es a veces una ilusión, una realidad o un sueño. Cuando me arrastró por el sofá cayeron mis indiscutibles y suaves necedades. Aunque no soy partidaria, en repetidas ocasiones me hizo perder la cordura y a veces el cuerpo.
Creo que lo nuestro es otro lenguaje, otro lugar, otra bandera, otra idea, otro planeta, otro recorrido, otra desgracia o tal vez otra vida, otra cosa.
Conjeturar las miradas y los mensajes, y retrasar las manecillas del reloj como un acto de desesperación, reusarse a cualquier acumulación de tiempo. Esto suele pasarnos cuando llega un terrorífico domingo, que no se libra de ninguna despedida.
Con suspiros de voz baja, que dejan ver la felicidad de saber que no estamos soñando. Es todo tan real, y a pocas horas te recuerdo hablando un poco en cursi, con noches de terciopelo, y despertares inesperados con un beso en la mejilla mientras duermes.
En el momento en el que desapareces, soy ese preciso instante, un lapso de tiempo doloroso que se repite interminablemente en mi cabeza, y me vuelvo tan débil que se me escapan unas lágrimas porque no quiero verte ir.
Mi conclusión se queda en que todo es menos malo desde que existes. He merodeado entre varias posibilidades y he acabado albergando la peor de todas, que es echarte de menos.
Y ahora la distancia de aquí a tu boca se me hace el infinito, no me creo que mañana sea lunes, por eso para recordarte he colgado un letrero sobre el cabecero, es algo muy peculiar: “prohibido soñar con alguien que no sea él”.