Mis
letras desgarradoras dejan mostrar mi melancolía frustrada y mi
ilusión desfigurada, y cierro los ojos para protestar por lo que
llevo dentro, que es insostenible.
Descomponerte
en pequeños trozos para ordenarlos según su tono de blanco o el
número de pecas y guardarme debajo de la ropa un lugar secreto es
una excusa para ante cualquier remordimiento invocarte.
Creo
que llega un momento en el que nos cuestionamos si todo es real y es
ahí cuando tengo la certeza de mi poca cordura, porque ya es hora de
dejar la falsa realidad y volver a lo propio, que es la costumbre.
A
veces siento un cansancio terrible y absurdo por tener que sentir
siempre rencor, pero nunca remordimiento, y es que a lo largo del día
se van descolgando mis dolores al caminar, aunque de este tema
siempre entendí poco y lo acarreo a todos lados. Un día me encontré
en la nada aunque a veces me confundan con cualquier circunstancia,
será porque me he acostumbrado a olvidar todo lo que quiero, más
que nada por descuido.
He
llegado a una conclusión tal vez un tanto radical, y es que todos
los recuerdos invadirán aquel cuerpo que estaba postrado en la calle
aquel martes por la tarde, y que pretendía encontrar un camino, pero
como todos acabará muriendo sin saberlo. Así, creo que mi vida es
todo eso que no pasó mientras quería o dejé de ver por preguntar,
es una vida construida con pequeños detalles omitidos y otros
susurrados.
Yo
soy así, me derramo, me humedezco la cara, me lavo los ojos, en
ocasiones lluevo, dejo caer el excedente de agua que llevo en mis
cristales durante estos años, hago mares en mis ratos libres, pero
nunca lloro, o al menos no lo volveré a hacer inútilmente.