Me
gustan los días de lluvia
porque puedo encontrarme con mi soledad
en el silencio de mi habitación.
Me resguardo del exterior
mientras escucho las gotas golpear el cristal de la ventana
al mismo ritmo que los latidos de mi pecho
me recuerdan que estoy viva,
que sigo aquí y no me he ido.
porque puedo encontrarme con mi soledad
en el silencio de mi habitación.
Me resguardo del exterior
mientras escucho las gotas golpear el cristal de la ventana
al mismo ritmo que los latidos de mi pecho
me recuerdan que estoy viva,
que sigo aquí y no me he ido.
He
necesitado tiempo para saber
que
uno no tiene por qué esconderse cuando no ocurre nada malo
y
que cuando suspiramos repetidamente
es
porque echamos de menos
una
mano amiga que estrechar en el camino
y
te arrope en un abrazo que te queme el pecho.
Pero
yo necesito continuar.
Desde
hace mucho tiempo
sostengo
con unas manos agrietadas
un
corazón casi inerte que no sabe a dónde ir,
que
ya no se encuentra.
Hace
mucho que no me tomo el pulso
ni
contengo la respiración
cuando
los nervios agobian mi paso por los días,
porque
las semanas pasan
y
yo sigo en el mismo punto del trayecto que ayer.
Hoy,
me paro a observar y escucho
a
los coches pasar sobre la lluvia del asfalto
y
pienso en no detenerme nunca más,
aunque
se acabe el mundo.
Foto de Carlos Riga
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