miércoles, 18 de noviembre de 2015

Siguiente derrota

Todo siempre es cosa de causalidad,
hasta el día en el que apareciste.
Desde entonces me he engañado a mí misma 
haciéndome pensar que estarías de paso,
y quizá tu intención siga siendo esa;
pero ahora para mí no.
Puede que tu historia sea distinta a la mía,
que tú no me pienses y yo ahora escriba sobre ti,
como un día lo hice sobre él;
pero tú y yo seguimos siendo las mismas personas.
A lo mejor debería decirte que fue a partir de aquella noche,
cuando nos vi acurrucados
con miedo a que las manecillas del reloj se movieran;
porque el tiempo a tu lado pasa a veces tan rápido
y tan corto en algunos instantes.
Y mientras volvíamos en tu coche
la vida parecía un segundo,
o eso decía una voz de fondo.
El caso, es que al llegar a casa
sentí que faltaba una parte de mí
que tú te llevaste.
Desde ahí,
pocas veces he vuelto a recibir uno de tus abrazos,
y en muchas ocasiones te he pedido que vuelvas,
pero parece que nuestro reloj se ha parado.
Ahora sueño despierta,
con la sensación en el pecho
de como cuando te caes y te raspas las rodillas,
con la sensación de que escuece.
Escuece
porque has abierto una pequeña herida,
quizá mínima, diminuta, ínfima;
pero ahí está y ahí queda.
Ahora quiero que vengas y me aprietes los vértices,
porque echo de menos tu sur,
y perder el norte.
Pero aunque todo siempre es cosa de causalidad,
hasta el día en el que apareciste;
yo ni por casualidad encuentro la causa de por qué no sigues volviendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario