jueves, 19 de febrero de 2015

19/02/2015

Me da miedo ver la realidad. Las cosas sin filtros, las personas sin cosméticos, sin abrigo.
Me asusta ver cómo los ideales de la gente de hoy en día se basan en ideales estéticos y no de corazón, de ideas. Que esas ideas no sean el reflejo de la mente, sino la continuación de un canon que tendemos a seguir porque alguien lo marca. De cómo nos convertimos en el reflejo de un muñeco de plástico.
Me da pánico pensar que mañana la música que escucho no será más que un zumbido en mis oídos. Pensar que quizá mañana deje de maquillarme por dentro para hacerlo por fuera, sin tampoco saber con demasiada exactitud a quién pretendo gustar olvidando gustarme a mí misma.
Siento pavor por no sentir tolerancia algún día con los demás porque nadie la tenga conmigo, dejar la empatía para disfrazarla con alguna máscara que intente ponerme a mí por delante.
Me alarma la ignorancia porque no quiero caer en ella, sentir que mis ideas pueden nublarse y no tener un paraguas a mano.
Me asombra que cada día las manos que quieren matar la cultura, la creatividad y el arte sean más fuertes y estén haciendo de todo ello algo inalcanzable sin que exista una fuerza mayor que logre combatirlas.
Tengo desconfianza de todos aquellos que me dicen lo que tengo que hacer; recelo por los que me posicionan por debajo de ellos y espanto por los que se acomodan en un escalón en el que no hacen nada por subir.
Pero lo que más me abruma, es la manera en la que la gente vive sin miedo a la incertidumbre.

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