lunes, 5 de enero de 2015

Creer, aunque sea en algo.

La ilusión reflejada en la mirada de un niño,
la incertidumbre de no saber qué te encontrarás al despertar la mañana siguiente,
las cartas en el buzón,
envoltorios de papel de regalo,
caramelos y disfraces.
Toda una ciudad llena de luces,
el ambiente y su ruido se comen el silencio,
hasta que todo desaparece al hacerse de noche.
Entonces sólo queda meterse en la cama y taparte hasta las orejas,
para después cerrar bien los ojos y desear lo que quieres.
Es el momento de hacernos creer a nosotros mismos que hemos sido realmente buenos,
que hemos cumplido.
Y todos esos deseos danzan, 
hasta que se para la canción y te encuentras tirado debajo del árbol de navidad,
rompiendo el papel de regalo,
y tus ojos se dilatan llenos de anhelo, de fantasía,
de pensar que creer sirve de algo.
Es el momento de pensar que siempre es bueno creer en algo,
aunque sea empezando por ti mismo.



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