martes, 8 de noviembre de 2011

I lost my forces in a hospital room.

Habitaciones de hospital, quirofanos oscuros, salas de espera.. tu vida puede estar manos de alguien y nunca mejor dicho.
La suya se convirtió en un hospital de campaña. Lo peor es que nadie dijo que hubiera una edad asignada a estos.. llamemoslos "problemas".
Alegre, contenta, llena de vitalidad, sonriente, desconcertante, inquieta, cabezota y feliz, como cualquier adolescente de diecisiete años. Enfrentada a dolores internos que te destruyen poco a poco, que te dejan sin esa hoja de respiración, sin aliento. En esos casos solo puedes sentirte desprotegido, ausente, sin fuerza alguna, ahogado, indefenso y débil.
Pesimismo momentáneo, no hay salvación. El daño propio a veces se hace insignificante si ves a través de los ojos que te miran. Esas salas de espera se llenan, esas caras conocidas dan signos de que lágrimas han pasado por ahí, sentimiento de esperanza aflorado. Reflejos del dolor que causamos indirectamente y sin intención, pero aún así causado, y ese es el mayor temor que tenemos, que tengo.


Después de todo, ¿ella se lo merecía?
Díganme, porque busco, rebusco, escarbo y pregunto y aún sigo sin respuesta alguna.

                   

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