Escribo
porque con las manos,
atadas
a la espalda,
no
se puede vivir.
Hace
tiempo escuché que,
cuando
muere un escritor,
sus
letras viven pare siempre,
porque
hay cielo para la tinta.
Escribir,
porque
no existe otra forma
de
salir del infierno que no sea
volando
a través de las llamas
que
desprenden las letras.
Para
contar las heridas que se cierran,
las
vidas perdidas
y
los nuevos vientos.
no
es acaso,
el
modo más profundo de vivirla.