martes, 17 de octubre de 2017

Ático cuarto

Escribo porque con las manos,
atadas a la espalda,
no se puede vivir.
Hace tiempo escuché que,
cuando muere un escritor,
sus letras viven pare siempre,
porque hay cielo para la tinta.
Escribir,
porque no existe otra forma
de salir del infierno que no sea
volando a través de las llamas
que desprenden las letras.
Para contar las heridas que se cierran,
las vidas perdidas
y los nuevos vientos.
Pero es que contar la vida,
no es acaso,
el modo más profundo de vivirla.