Cada día pienso que debería darme una oportunidad.
Debería dejar de estar siempre distraído,
de leer los mismo libros y ver las mismas series una y otra vez,
que nunca cambian y tampoco me hacen cambiar.
Cada vez que me llamaba por teléfono para contarme sus historias yo intentaba darle los consejos de esos que sueles dar a alguien que aprecias, hasta que llegó el día en el que se hizo la inversa y me contestó algo que quizá no quería escuchar pero que sí necesitaba:
"Tú que siempre dices que el tiempo en lugar de correr, vuela y dejas que el tuyo se escape a una velocidad que ya ni siquiera alcanzas,
tú que permaneces postrado contra el sofá esperando que las cosas pasen,
dando consejos que no te aplicas,
siguiendo la misma línea de vida que no hace que te muevas de ese punto tuyo de inflexión,
tú que no haces que la vida te suceda."
En ese momento comprendí que cuando dejas de abrir tus ojos a la vida te conviertes en un abril sin primavera. Porque todos somos en el fondo un poco egoístas y creemos que el mundo que se mueve a tu alrededor es ese que va a subir tus persianas cuando en tu habitación no entre más luz, pero es ese mismo mundo el que te está esperando fuera cuando decidas levantarte por ti mismo del sofá y dejar que suceda.