Aquí se viene para llegar a ninguna parte, y el que sufra por ello, que mejor se busque un sendero para caminar, porque yo cuento verdades tristes que alegran los corazones. Por eso, o quizás porque la melancolía invade mis ideas más claras y las nubla, he dejado de mirarme en el espejo y por la noche me saludo en voz baja para saber llegar a casa, no quiero saber nada del tiempo hasta que no venga alguien para agotar todo el mío.
Veo salir los aviones, queriendo ir algún día en uno de ellos volando, confío salir de este cuerpo, que no me queden palabras y que mi voz en off no pare de gritar. Quiero aprender a escuchar sentimientos en acústico, ser de esas personas que encontraron la felicidad por su manera de vivir despacio. Reconocer el olor a casa, ser como agua hirviendo, pues en este desierto, sólo habrá futuro para los que crean haber encontrado un oasis en el interior de su mente.
A lo mejor es que no has escuchado a nadie decir que la soledad te ha vuelto mas hermosa, quizás sea así, de la nada o en medio de un café, cuando menos te lo esperas ves la vida al otro lado de la calle paseando cansada de nosotros, de todo. Y es ese todo el que nos evita, nos hace frágiles y nos convierte en criaturas de otro mundo, el propio.
Voy a jugar con las letras hasta formar laberintos llenos de cerezos, esperar al otoño para andar por las ramas de mis pensamientos. Voy a escribir.